La moda. Uno de mis placeres culpables y a mucha honra. Es que la
ropa, accesorios, carteras, zapatos y perfumes son mi mayor vicio después del
maldito pero relajante cigarrillo. No es de extrañar, pensarán ustedes hombres,
pues soy mujer. Pero no se hagan, si cada vez es más común ver en las calles a
los de su raza combinados de pies a cabeza. Los tiempos han cambiado y quienes
antes aseguraban que sólo los homosexuales tenían gusto para vestirse, hoy se
demoran más en arreglarse que nosotras mismas. ¿No será mucho?
Atrás quedaron esos años en
los que las mujeres tardábamos horas en ponernos bellas para nosotras, primero
que todo, y ¿por qué no decirlo?, para ustedes, autodenominados “sexo fuerte”.
¿Y para qué?, si nunca se daban cuenta de los cambios de pelo o de imagen que nos hacíamos.
Hoy, las cartas se han invertido y son
ustedes quienes se han vuelto infinitamente más vanidosos que nosotras: gel de
ducha, vaselina para el cabello, manicure y hasta cremas de peinado usan los
perlas. Y así dicen que las mujeres nos demoramos tanto en “echarnos una manito
de gato” para quedar iguales. ¿Es que acaso ustedes creen que por estar en el
baño dos horas vamos a notar la diferencia? Pues no, con sólo sentirlos
bañaditos y perfumaditos es suficiente. ¿Quiénes son los complicados
ahora?
Por lo menos las mujeres tenemos la
salvedad de la bendita existencia del maquillaje, así que perfectamente podemos
pasar por gatos negros en la noche. Eso sí, no está demás comentar que algunos
de ustedes “Adanes”, también acuden a la brocha y el encrespador en algunas
ocasiones y no me refiero sólo a los afeminados del mundo gay, por cierto. No
lo nieguen, se nota.
Y por si esto fuera poco, resulta que
depilarse ya no es sólo costumbre de los deportistas como nadadores, por
ejemplo, o los aceitosos vedettos, sino que también han adoptado esta “medida
de embellecimiento” ustedes hombres. Todos unos “machos alfa”. ¿Qué tal?
Claro que la mayoría jamás se va a someter
a tan cruda experiencia como es la asesina cera depilatoria, no señor, a pura
“presto barba” nomás. Si es obvio que su fisonomía no está preparada para
soportar los terribles dolores por los que debemos pasar nosotras porque, es de
saber, que estamos destinadas a pagar las culpas de nuestra ancestro Eva por
morder la fruta prohibida, la manzana del pecado. ¿Qué injusta la vida no?
No se molesten queridos lectores, esto no
se trata de una crítica, en verdad no
pienso que esté mal que inviertan grandes sumas de dinero en gimnasios, ropa y
zapatos de grandes marcas, e incluso, en cremitas para el rostro y el cuerpo.
Es más, creo que es genial que se den el tiempo de preocuparse de su apariencia
como nosotras. Lo que sí me parece “to
much” es lo que cuento anteriormente: no pueden tardar más que nosotras en
el baño. No es posible que se miren en cada vitrina cuando vamos con ustedes de
paseo, no es sexy, ¡en serio! Se supone que en esta guerra de los sexos ustedes
son los “fuertes”, los rudos, los machos peludos, los que sudan la gota gorda,
y a nosotras nos corresponde ser las dulces y frágiles princesas. Si
quisiéramos un hombre que se arregle más que nosotras, ¿no consideraríamos acaso
para ello irnos al otro bando? ¿Mirarnos al espejo y gustarnos entre nosotras
mismas? Piénsenlo y considérenlo. No está demás.
Con una rica ducha, un buen desodorante, las manos limpias con uñas cortas y los dientes limpios creo que es suficiente....
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