lunes, 3 de marzo de 2014

Sexualidad Precoz

  “Ahora la virginidad es una cosa medieval”. Popular frase que acuñó el exitoso grupo roquero chileno “Los Prisioneros” en su tan bullado éxito “Sexo”, hace más de 20 años. Pero, ¿qué tan acertadas son estas palabras? Si bien estamos en el siglo XXI y la época en la que abundaban las solicitadas doncellas quedó atrás; aún hay personas, sobre todo, mujeres, que valorizan y cuidan esta condición de “pureza”. Para qué hablar de los hombres que, aunque aparenten ser modernos, la mayoría tiene en el fondo rasgos machistas: podrán “sabérselas por libro” pero siempre esperan que su mujer sea una santa-al menos en Chile sigue siendo así-. Paradójico. 


Pero el tema que nos convoca no es principalmente la virginidad, o castidad en el caso de los varones, más bien; en cómo se enfrenta el comienzo de la etapa sexual en la sociedad. ¿Existe una edad ideal para la iniciación? ¿Es preferible esconder la verdad de cómo vienen los bebés al mundo hasta la pubertad y antes de ello contarles a sus hijos el mito de la abejita o la cigüeña? ¿Es sano que aún existan padres para los cuales el sexo es una palabra prohibida? ¿Se debe hablar en familia de la sexualidad sin tapujos y con transparencia? ¿Ser estrictos y poco permisivos como padres es la solución al problema? Lo anterior ¿evita que los niños cometan errores por actuar como adultos sin serlo?
            Hace ya algunos años se daba, al menos en mi país, que las muchachas de bien- y con ello me refiero a una condición económica acomodada- de familias conservadoras y extremadamente católicas, experimentaban de todo antes de casarse, excepto el coito mismo. Y por ello, seguían manteniendo “la flor” intacta, a su parecer. Por el contrario, en sectores más humildes eran comunes los embarazos adolescentes, incluso en la actualidad; aunque gracias a incansables campañas de protección sexual que han promulgado los gobiernos, se ha disminuido considerablemente la cifra.                    
            Mi punto no es comentar respecto de una falta de educación sexual y la gran brecha social que existe entre ricos y pobres, pues sería más de lo mismo: repetitivo y cliché. Más bien, insisto, me interesa abordar el dilema social que existe en mi país y otros; igualmente muy distantes del alocado estilo europeo, respecto de cómo enfrentar el debut sexual cada vez más precoz en los niños y adolescentes.
            En lo particular, vengo de una familia conservadora, tanto por parte de mi madre como de mi padre. Sin embargo, he tenido la suerte de que quien me parió me ha preparado para enfrentar la vida en todos los aspectos, por lo cual, en mi casa el sexo jamás fue un tema tabú. En gran parte gracias a ello, soy dueña de una personalidad que me ha permitido tener claritas las cosas desde pequeña.
            Pero lamentablemente no todos tenemos esa suerte. Tuve amigas y compañeras de colegio que pertenecían a hogares en donde no se podía ni nombrar el miembro sexual masculino. Tal cual, algunas de ellas fueron educadas tan “chapadas a la antigua”, que ni si quiera tenían permiso de pololear a los 15 años. Grave error, es que aún hay gente que cree que negándoles a los púberes y adolescentes la posibilidad de vivir experiencias propias de su edad, pueden evitar que sus hijos se tropiecen con mil piedras en el camino. No, pues tal como siempre me dijo mi madre, “lo prohibido es lo más querido”. Además, por más que nos digan que si pasamos por un camino “X” nos vamos a caer, el ser humano es terco y siempre va a querer vivir su propia experiencia; aunque por ello termine todo moreteado y sin dientes. 
            Lo anterior puede generar distintos perfiles en los niños, sobre todo, en las mujeres, víctimas de una sociedad y cultura machistas _a pesar que con el tiempo las protestas feministas han hecho lo suyo para disminuir en algún sentido estas creencias_ Lo primero, es que pueden crecer traumadas e incapaces de enfrentarse al mundo y al sexo opuesto, pecar de ingenuas y terminar por acostarse con el primer hombre que les promete amor eterno; segundo, se revelan y hacen de las fiestas, el alcohol, las drogas y el sexo una filosofía de vida. Está bien, nunca tan extremo, pero pasa. Conocí chicas que vivieron algo similar al primer caso y también otras que se desbandaron hasta el punto de ser catalogadas con el típico y literal concepto de “tiras calzón”, o bien, “que les gusta reírse en la fila”, para ser más suave y no herir susceptibilidades. 
Y no crean que se estaba pasando por alto el último de mi lista, pero por supuesto no menos importante.  Digamos que existe un cierto rasgo que podría ser considerado, al menos para mí, como el peor de todos, al que llamaremos: “Factor Mojigatería”. Así es, aquellas niñitas que se hacen las santas delante de sus padres y cuando no están en casa se vuelven “loquitas”. Las mismas que aparentemente “no quiebran un huevo y lo hacen por docena” “las que no matan ni una mosca” y son asesinas a sueldo. Está bien lo admito, de vez en cuando exagero, pero no pueden negar que lo anterior, aunque extremo, tiene mucho de cierto. En lo personal, prefiero ir de frente por la vida y ser auténtica, aunque a veces se mal interprete y terminen ellas “libres de polvo y paja”, a pesar de que son quienes realmente andan haciendo de las suyas.
            En fin, estos perfiles se deben en gran parte a la formación y crianza que se les da a muchos adolescentes en distintos tipos de situaciones: hogares en los que no se conversan las cosas, autoritarios y dictatoriales, con padres que no entregan la confianza que sus hijos necesitan; no los escuchan, le dan prioridad al trabajo y privilegian su rol proveedor más que el de educadores, etc. Pasa mucho también que se les otorga esta responsabilidad directa y exclusivamente a los colegios, cuando la principal guía que debe existir parte en la misma casa. Pero bueno, no los culpo, por el contrario, cada hogar es un mundo distinto y no somos quiénes para juzgar si un jefe de hogar antepone la estabilidad económica de su gente antes que darse tiempo de calidad para conversar con ellos de lo que sea, la inmortalidad del cangrejo, por ejemplo…
            Es verdad que a nadie se le enseña a ser padres y en mi caso aún no tengo la experiencia de serlo, no obstante, ante esta difícil misión muchas veces se opta por los extremos que como dicen, nunca son buenos: O son demasiado estrictos o muy permisivos llegando a confundirse en este último caso la libertad con el libertinaje. Por lo tanto, como todo en la vida, pienso que en los puntos medios está la clave. Dar y recibir por parte de los padres y de los hijos: Así como exigimos derechos también debemos cumplir con deberes; esto es ley para cualquier tipo de convivencia. 
Ser comprensivos, pero también exigirles a sus hijos y enseñarles que “las cosas y los permisos se ganan”. Jamás “dar hasta que duela”. La frase célebre del padre Hurtado no califica para estos casos, como bien dice Franco de Vita en uno de sus tantos éxitos: “No basta porque cuando quiso hablarte de sexo, se te subieron los colores al rostro y te fuiste”. Fuerte pero real.
            Pasando a otro punto. ¿Existe o no una edad adecuada para comenzar una vida sexual activa? Biológicamente, el ser humano termina la etapa de desarrollo cien por ciento a los 21 años. Ahora bien, si tomamos lo anterior como condicionante disminuiría la natalidad y el uso de anticonceptivos significativamente, además, de que por la cualidad que tiene el hombre de ser un “ser sexuado” desde que nace, esto sería prácticamente imposible. Es claro que el común de la gente a esa edad lleva como cinco años de “carrete” en el cuerpo sino más. Sin embargo, se puede considerar más aceptable que esto ocurra en la mayoría de edad (18). Esto, por lo general, puesto que el riesgo de ser padres al mismo tiempo que van al colegio y de que, por ende, existan “niños criando niños”, es menor. 
             En todo caso, según he escuchado a algunos médicos, la mayoría de edad universal (21) es la etapa en la que las hormonas han concluido eficazmente su desarrollo, por lo que es más loable poder disfrutar de una sexualidad sana y plena. Al menos, si de un ideal se trata. Lo sé, resulta utópico en estos tiempos, y ahí voy de nuevo con mis frases populares: “La esperanza es lo último que se pierde”.
             Siguiendo en la misma línea, lo realmente preocupante, al menos para mí, es la incorrecta percepción que se tiene de que a partir de la edad núbil los niños están preparados fisiológicamente para tener relaciones sexuales ¡Dios mío dame paciencia por favor! Muchas niñas menstrúan por primera vez antes de los doce, y no por eso están en condiciones de jugar al matrimonio “Barbie y Kent” en persona con sus amiguitos de barrio o escuela. En el caso de los niños, el primer sueño húmedo o su primera erección se dan aproximadamente a los 11 o 12 años. ¿Y por eso están preparados para intimar? Por favor, si con suerte les está comenzando a salir vello púbico. No se debe confundir que, porque ahora las niñas desarrollan sus curvas de mujer más temprano que en años pasados debido a las hormonas que les inyectan a los pollos o simplemente por una acelerada evolución biológica, significa que por ello se adelanta también su madurez, es más, se pueden ver como mujeres por fuera, pero siguen siendo niñas por dentro.
            Aunque suene chistoso. La realidad es así. Cada vez es más común que los niños dejen de lado los juguetes, computadoras o video juegos por el placer de tener sexo. Claro, si es que se puede llamar placer a lo que surge de este experimento que hacen con sus cuerpos recién en desarrollo. Y bueno, esto se debe en parte a la globalización, la tecnología, lo que muestra la televisión, el destape de los medios de comunicación, etc. Es verdad que los tiempos han cambiado y lo seguirán haciendo, pero no por eso se deben justificar tales acciones.
            Y no sólo me refiero a que son muy pequeños para tener ese tipo de relaciones sino a que la “primera vez” puede marcar para siempre la vida sexual de una persona. Sobre todo, en el caso de las niñas que pierden su virginidad a tan corta edad. Según algunos estudios de psicología infantil que he leído, a la mayoría de ellas les costará mucho tener relaciones sexuales plenas o conocer lo que en verdad es un orgasmo. Cómo no si casi siempre sus primeras experiencias han sido a la rápida, siendo inexpertas, por lo que generalmente terminan confundidas y no son capaces de asimilar lo que hacen. Muchas veces debido a su inocencia caen víctimas de la absurda “prueba del amor”.
            Con los niños sucede lo mismo, a pesar de que no ven la castidad con igual importancia o sentimentalismo que las niñas dada su naturaleza más carnal, también ocurre en algunos casos que cuando crecen se dan cuenta del error que cometieron y se arrepienten por haber actuado de manera precipitada, cuando conocen el amor o comienzan una relación importante, por ejemplo.

            En conclusión, hacer del sexo, algo tan natural e inherente al hombre, un tema tabú es un error. El hablar con transparencia puede disminuir esa curiosidad de probar lo desconocido o de enterarse por terceros de la realidad, cuando muchas veces resulta peor. Qué mejor que los hijos tengan las cosas claras y si llegan a cometer errores lo hagan a sabiendas de los riesgos que ello implica. Si “meten las patas” no podrán culpar a los padres por no haberles informado y tendrán que saber responder, si la ocasión lo amerita, por hacer “cosas de grandes” precipitadamente. Si esto ocurre a pesar de haberles brindado a sus hijos esa ansiada confianza, no se cuestionen, por algo Dios le dio al hombre libre albedrío. Finalmente, todos somos distintos, personas únicas e irrepetibles, que venimos al mundo para vivir nuestras propias experiencias las que, por cierto, y por una serie de realidades y contextos distintos, jamás serán iguales a las de los demás.

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