Hoy se cumple un año desde que el actual presidente de la República Bolivariana, Nicolás Maduro, anunciara con un nudo en la garganta la muerte de su antecesor, el líder venezolano Hugo Chávez, quien falleció por un cáncer terminal con el cual batallaba desde 2011. Considerando la gran crisis que atraviesa el país y la inminente guerra civil que se ha desatado, estos doce meses pareciera que son años.
Si bien, la ideología de este polémico personaje revolucionario ganó miles de adeptos, lo cierto es que a través de su mano derecha; a quien designó en vida para ser su sucesor, Nicolás Maduro, este legado político ha aumentado considerablemente el número de sus enemigos.
Lo anterior se origina, entre otras cosas, por las cuestionadas elecciones presidenciales que lo definieron como Presidente el 14 de abril del año pasado, a pesar de que la campaña de su oponente, Enrique Capriles, tenía una considerable ventaja; lo que provocó los primeros enfrentamientos de chavistas y opositores en las calles de Caracas.
En medio de estas irregularidades electorales, surgió otro hito que agudizaría la situación política: la venta del único canal de televisión abierta que quedaba en el país. Me refiero a Globovisión, esto, porque según su dueño, mantener este medio era ”inviable económica y jurídicamente”. Y cómo no, si dado el panorama político que traería la continuidad de un régimen chavista a manos de Maduro, seguir con la intención de hacer valer la poca dignidad que le quedaba a la libertad de prensa, no lograría más que aumentar la tensión.
Con esto, los opositores tildarían a los nuevos dueños como “los empresarios del chavismo”, apodo acertado según mi punto de vista, pues a partir de esta adquisición bajó en gran parte el tono de las emisiones de carácter político en la estación televisiva, así como también las publicaciones en el portal de Internet.
A mediados de 2013 en un intento, creo yo, por bajarle los humos al acalorado ambiente que se vivía, casualmente se reúnen en una audiencia privada Maduro y el Papa Francisco.
Así es, el mismo que representa en el mundo la imagen de un mesías del cambio, un Pontífice liberal, mejor conocido como “el papa revolucionario”. No es para dudar que los máximos jefes de la Iglesia Católica han sido siempre íconos de bondad y justicia, personas que son vistas por sus fieles como ejemplos a seguir y sus palabras tienen un gran nivel de influencia tanto para los devotos, como para quienes se dicen creyentes.
Por lo anterior, me parece importante cuestionar lo mucho que pudo haber ayudado a Maduro tener una conversación de corte político y social con esta figura, eminencia del mundo cristiano, y aún más, que su pueblo lo viera junto a él. Es que no es menor la importancia de una reunión así. Cabe recordar la aclamada visita de Juan Pablo II a Chile en 1987, cuando evitó que estallara una inminente guerra entre mi país y la vecina Argentina.
Con respecto a la discusión generada por el estrecho margen que separó a Caprile de sus ansias por enderezar a Venezuela, lamentablemente terminó por ganarla el mundo chavista. A principios de agosto del año pasado la Sala Constitucional rechazó la demanda del opositor para anular los resultados que le entregaron la banda presidencial a Maduro. Esto, por considerar poco específicas las irregularidades de las que se acusaba al recién asumido mandatario, lo cual por supuesto siguió empañando las relaciones entre adeptos y enemigos del gobierno.
Sin embargo, lo que a mi parecer marcó profundamente el antes y el después de la situación política de Venezuela, fue el anuncio que Maduro hizo en septiembre de 2013. El país dejaría de ser parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), argumentando que esta Corte perseguía a los gobiernos de izquierda latinoamericanos.
Es en este punto que me pregunto. ¿Maduro veía las mismas películas que Chávez?, o bien, ¿fumaban del mismo? Digo, porque si es capaz de asegurar que hay un complot de un organismo tan serio como es la CIDH, que se supone, vela por todas las naciones hermanas, sean del color político que sean; entonces sí, veían las mismas películas y juntos más encima.
Es que en verdad esta situación me hizo recordar la retorcida idea del “QEPD” Chávez con respecto a que EE. UU indujo su cáncer por métodos ultra modernos de tecnología. Por favor. Está bien que el país del norte sea el “big boss” del mundo, el más poderoso, pero tampoco son dioses. Es más, con esta visión “anti yaquis”, su intención por acabar con el “país de la libertad”, lo único que logra es justamente todo lo contrario. Es decir, odian a los norteamericanos, quieren acabar con ellos y su influencia, pero con estas aseveraciones enaltecen a este país, lo sitúan como un “superman”, les atribuyen poderes sobrehumanos, casi como si fueran extraterrestres. Es más, con esta actitud aumentan el nivel de superioridad que tienen los gringos. O sea, por Dios. ¿No será mucho?
No obstante, como es de saber, "la realidad supera la ficción”. ¿Quién sabe si Çhávez en verdad se creía el cuento de que el ex presidente de Norte América, George W. Bush era el mismísimo innombrable?. Quizá realmente sintió ese olor a azufre, que finalmente alteró sus neuronas y su imaginación. Nunca se sabe.
Siguiendo con la misma línea, en octubre Maduro mandó a expulsar a Kelly Keiderling, encargada de negocios de Estados Unidos, acusándola de practicar sabotaje económico. Ya con este escenario las cosas se pondrían cada vez más negras. Maduro terminaba por sacar las garritas que tenía escondidas como monigote de Chávez, antes de asumir el poder.
Pero no sólo surgían para Maduro enemigos de corte político, pues la decadente economía que sufría el país llevó a que el mundo empresarial le declarara la “guerra económica” al gobierno. Lo anterior generó que los legisladores chavistas aprobaran los llamados “super poderes”, con los que durante un año el jefe de Estado tendría atribuciones especiales, con la excusa precisamente de combatir esta crisis monetaria.
Sin embargo, sin intención en absoluto de justificar a Maduro, esta grave crisis financiera se venía forjando cuando éste aún era ministro de Chávez. Muchos analistas aseguran que hubo dos decisiones del ex Presidente, que desencadenaron el inestable escenario que se vive hoy.
Primero, en 2012, año electoral en Venezuela, el gasto social se multiplicó para beneficiar al sector más pobre, principal adepto de Chávez. Por lo tanto, las arcas fiscales se vaciaron y el gobierno bolivariano terminó por quedar sin liquidez. Segundo, en consideración a la política cambiaria de Venezuela, que también “gracias” a las ideas de Chávez, a partir del 2003, el único que podía disponer a diestra y siniestra de los dólares es el Estado y, teniendo en cuenta, además, que la mayoría de los productos que se consumen en el país se importan, en gran parte, por empresarios opositores; el panorama económico no podría estar peor. Por lo tanto, si a esto se suma la falta de esta divisa en la caja fiscal, lo menos que podría pasar era un desabastecimiento. Con ello, las colas para adquirir canastas básicas de alimentos, tal como ocurrió con Allende en Chile antes del Golpe Militar, se hacían cada vez más largas. Y no sólo eso, Maduro y su equipo político no tardarían en culpar al empresariado de especular y esconder la mercadería, como también se decía de los opositores a Allende.
Siguiendo con el conflicto político social, la competencia entre chavistas y opositores continuaría aumentando hasta llegar al violento panorama que vemos hoy. En diciembre de 2013 se desarrolló un gran plebiscito para las elecciones municipales, con la intención, por supuesto, de contar con la legitimidad que estaban perdiendo. Sin embargo, no tuvieron suerte esta vez y el oficialismo se impuso en más de la mitad de los municipios, principalmente rurales, mientras que los “demócratas”- si se puede llamar así a los partidarios de Maduro-, se impusieron en las grandes ciudades.
Lo anterior preocupó aún más a Maduro y cómo no, si el poder que tanto ansiaba se le estaba yendo de las manos. Entonces, “se le alumbró la ampolleta” y se le ocurrió nada más y nada menos que la tajante idea de crear la “Superintendencia de Precios Justos”, que de justo no tendría nada. Es más, su objetivo era obligar a los comerciantes a reducir los valores de la mercadería, dando plazo hasta febrero para cumplir con su mandato. Además, amenazó a los empresarios proveedores con expropiarlos e, incluso, encarcelar a quienes se opusieran a dicha normativa. Todo esto según él para contener la inflación cercana al 57%.
Lo anterior fue la gota que rebalsó el vaso. El pasado 12 de febrero, aprovechando la celebración del “Día de la Juventud”, estudiantes salieron a protestar a favor de más seguridad y estabilidad económica. Lo que comenzó como una revuelta universitaria terminó por adherir también a la oposición. Para frenarlos, Maduro envió a la Guardia Nacional, lo que provocó aún más revueltas populares, luego que tras la represión tres personas murieran y decenas resultaran heridas.
Desde ese día a la fecha el saldo de muertos alcanza una veintena, cientos de heridos y más de 500 personas encarceladas. A pesar de todo las urnas de Venezuela siguen dándole preferencia al gobierno. Si bien es cierto que desde 1998 la pobreza disminuyó un 50%, además de que cuentan con educación y salud gratuitas, no hay que vivir del pasado. “Lo barato sale caro”, y bien que lo está pagando el pobre pueblo de Venezuela hoy, por eso me resulta increíble que sigan en su mayoría respaldando la ideología chavista a través de Maduro. ¿Falta de información en la gente? ¿Amnesia? Digo, porque suele suceder...
Ante tan complejo panorama se hace indispensable que la Organización de Estados Americanos (OEA) se haga presente. Sin embargo, su secretario general, mi compatriota José Miguel Insulza, ex ministro de Relaciones Exteriores de Eduardo Frei Ruiz-Tagle,( hijo de Eduardo Frei Montalva , forjador de la Falange Nacional, hoy llamada Democracia Cristiana), afirmó que “no hay ruptura de la democracia” por lo cual no es necesario intervenir, pero sí enviar una misión.
Lo anterior resulta paradójico pues tal como ocurrió en 2012 con la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Siria, sabemos que no sirvió para frenar los atentados contra los derechos humanos, es más, empeoró la situación. Además, resulta inconsecuente la afirmación del también ex ministro del Interior de Ricardo Lagos, puesto que siendo parte de la ex “Concertación”, ahora llamada “Nueva Mayoría” junto a Michelle Bachelet- quien asume el próximo lunes su segundo mandato- es inadmisible la postura de “no intervenir”.
¿Cómo es esto posible? Es inadmisible que, viniendo de una trayectoria política “pro derechos humanos”, y de un sector en el que los anteriormente nombrados participaron de manera activa por la restitución de la democracia en Chile durante y posterior al gobierno de Augusto Pinochet, se niegue a defender lo que tanto protegió años atrás con sus pares.
¿Es que lo anterior se debe a que en el caso del ex Presidente Pinochet, estamos hablando de un “dictador” de derecha? No tendría que existir el mismo trato independiente del color político? Así es, pasa igual que con Cuba, que a mi gusto es una “tiranía comunista” formada por el desaparecido Fidel Castro- quien por cierto fue muy cercano a Allende- y la que hoy lidera su hermano Raúl. ¿Es por eso que jamás fue enjuiciada abiertamente por la izquierda chilena?.
Entonces con tantos cuestionamientos, es posible seguir preguntándome: ¿Acaso los derechos humanos son sólo para un sector? Queridos petaquitos, lo dejo a su reflexión.